Un encuentro con el desencuentro

Era tarde… y ella no llegaba.El lugar de nuestro encuentro y el horario estipulado, eran exactos. Sin embargo no venía. Siempre me molesto la impuntualidad. Aunque la deseaba, trataba de mantener la paciencia. Algo aquel día me vulneraba. Ciertas particularidades de esa jornada habían desestabilizado mi tranquilidad. Por un momento imagine un posible retraso. Nadie esta libre de los avatares del caos vehicular.
Mire hacia ambos lados, aunque con más insistencia hacia mi izquierda, porque sabía que llegaría por ahí. Era imposible que llegara por el otro flanco. Lo descarte totalmente. Los minutos pasaban y mi tensión aumentaba. No sólo era el nerviosismo lo que me acosaba, sino que mi cuerpo empezaba a aflojarse. Lo psiquico me aturdía, mi cuerpo me vencía. Por momentos quise llorar, pero me parecía que era una mariconada hacerlo en público. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las aguanté en la cornisa de los párpados.
Cuanta impotencia me había invadido. Cuanto dolor por la traición. Cuanta mentira suelta por ahí. Todo me conmovía, como si algo hubiera despertado en mí todo el escepticismo. Desconfiaba de todo lo que me rodeaba. Durante un instante creí que todo era un sueño. Peor que eso, estaba convencido que era una terrible pesadilla
¿ Como podría despertar de ese mundo onírico sin esperar que llegará ? Mi ser aguardaba abrazarla. La ilusión se peleaba con la insoportable sensación de la situación.
Cuando ya nada pudo consolarme, una gota de los lagrimales se escapó y corrió con timidez por mi mejilla. Intenté leer los carteles que me rodeaban, los destinos de los colectivos que pasaban para distender el lapso de soledad.
Ya habían pasado treinta minutos, y la espera se hacía eterna. Cada vuelta del reloj actuaba como un cuchillo filoso.
Para pasar el rato decidí internarme en un bar. Busque un lugar cerca del ventanal para poder visualizar el exterior. Me senté y pedí un café (cortado con leche fría). Mientras hablaba con el mozo no quitaba la vista de la esquina, del punto de encuentro. Aunque había pedido el café para distenderme, nada podía quitar el nerviosismo de mi ser. Lo tomé rápido, casi sin saborearlo. Salí pronto a la calle, sin perder detalle de la esquina. Pronto vi como el reloj había avanzado media hora más. Entre insultos y puteadas cruce hacía la vereda de enfrente.
Cruce la calle sin mirar, como si estuviera en otro planeta. En ese segundo vi como llegaba, pero nunca pude abrazarla…

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